Cuando Íteles cumplió tres años se dio cuenta de que no podía dejar que todos sus conocimientos se perdieran una vez que él abandonara Edacval. A las pocas horas, se sentó frente a su mesa de luz de neón, tomó papel y lapiz, y su cara adoptó el gesto pensativo de quien está dispuesto a empezar a escribir algo. Entonces decidió quedarse para siempre.
A los pocos días, su amigo Blobloblub, que se había emocionado con la idea de que Íteles abandonara Edacval, lo incitó a que escribiera una sección en su diario. Como Íteles no quiso, mandó en lugar a su hijo Pipino, y así surgió la conocidísima sección de Récords de Pipino. Las páginas que el hijo de Íteles logró escribir tras mucho esfuerzo aparecieron alguna vez publicadas en Tarde de Mociembre detrás de la página poética de Bí Á, por lo que nadie llegó a leerlas nunca.
La sección de los Récords de Pipino consistía en una descripción de los personajes más destacados de Edacval. Sin embargo, como Pipino consideraba que sus contemporáneos no valían la pena, nunca les reconoció mérito alguno, y en su lugar se dedicó a observar los fenómenos que le resultaban más singulares de su tiempo. Así, se dedicó a escribir, por ejemplo, sobre la montaña más pequeña del planeta, sobre el hielo más derretido, sobre el viento que soplaba menos fuerte, y sobre la escalera menos larga. Íteles le dijo ``malísimo'', pero agregó que él había sido el primero en cruzar el río menos ancho de Edacval.
Otro día, la Chinfulesa se quedó dormida mientras jugaba con Ernestino al Crucúret.
Ahora nos encontramos en el sueño de la Chinfulesa. Un bizcochito de fanichóresa, otro bizcochito de fanichóresa, más bizcochitos de fanichóresa. Los bizcochitos de fanichóresa vuelan y entonces aparece él. Es Ternuro y está girando en la puerta giratoria. La Chinfulesa mira hacia abajo y se da cuenta de que este personaje ha girado tanto que ha cavado un pozo, un pozo circular y perfecto. La Chinfulesa ya casi no lo ve de tan hondo que ha llegado. Entonces exclama: -maldición, esto es un sueño lúcido, quiero despertar. Una y otra vez hace fuerza para volver a la realidad, pero no puede. Desde abajo, muy abajo, escucha una voz que desesperada pide ayuda: la voz de Ternuro. Y al a vez escucha otra voz más lejana y mecánica, la Voz Reveladora de los Sueños, que le dice:
:Ternuro trazó un punto A y un punto B. Partió desde A a las 15 hs. del día tres de mociembre de II Antes de Anáana a una velocidad de cinco kilovalines por segundo. Al llegar a la planicie dorada se encontró con una puerta giratoria, y allí está, no puede terminar su trayecto. El malvado Pichito ha puesto en su camino un obstáculo imposible de superar. Si Ternuro corre siempre a la misma velocidad y A se halla a una distancia de nueve kilovalines ¿cuánto tiempo tardará en llegar hasta B?
La Chinfulesa, siempre muy mala en matemáticas y pensando que le faltaba un dato sólo intentó despertar. Pero de pronto se encontró cayendo en la excavación de Ternuro. ?Bizzcochiiiiittooosss dee fanichoooooooooresaaaaaaa. Plaf.
Allí estaba, era la segunda edacvalina en conocer el mundo subterráneo. (El primero había sido Íteles que, disfrazado de psicofrutista, le había pedido que le contara su sueño).
Cuando despertó, doña Chinfa Espirelesa no recordaba nada. Pero tenía un leve malestar en el cóccix. (¿?). Los edacvalinos nunca encontraron a Ternuro, ni pudieron conocer los grandes misterios del mundo subterráneo. En sus Crónicas de Abajo, sin embargo, Pichito revela que a Edacval subterránea va a parar todo lo que deja de existir. También realiza una enumeración caótica y sabínica de objetos, olores, muelas, dulces de membrillo, los anteojos de Bí Á que ahora Be, las líneas borradas de los ermipsestos, los mensajes de texto, las ondas sonoras, los gases de la Chinfulesa, los restos de la ciudad de Blimviznurrin (que ahora son sólo puertas, y siempre lo fueron), el embudo fluvial, y lo más importante, el cuadro despintado de Pichito.