Cuando Baños estaba en primer grado, estaba muy en boga una canción compuesta por Hesperérgigo de la Ferfrafunia, que decía así:
:El Yuyo y la Caléndula, :y el Río Espurma.
Cuando regresaba a su casa saltando en un pie, tuvo una segunda iluminación -al descubrir que la canción que había escuchado no tenía, en realidad, nada que ver con los pensamientos que a él le había inspirado.
Una vez hubo narrado el episodio a su madre, después de tomar la leche con sus galletitas preferidas -de fanichóresa-, la madre creyó que Baños quería pestañas nuevas y lo llevó a lo de la Chinfa.
Aquí es donde la parte trágica ocurre: la madre de baños perece al verse envuelta en papel araña, y acribillada por una horda de caballitos de mar barrabravas.
Doña Chinfa Espirilesa se apiada del niño y se lo lleva a vivir consigo.
Sigo inicia a Baños en las artes circenses: aprende a hacer piruetas en el trapecio, a domar leones con sillas, a aparecer flores desde la manga. Incluso es impulsado como hombre-bala desde un cañón. Sobre todo, aprende a maquillarse la cara y a hacer reir y llorar a las multitudes. Baños se ve rodeado de un grupo de personas que entienden su preocupación por la muerte (se ve rodeado por sepultureros), y el niño promete que va a vengarse de los caballitos de mar.
La Chinfa cría al chico según las más estrictas normas de la hermandad del bonete: ca uno es ca uno y ca cual es ca cual.Ya en su juventud, Baños se pasea por los más oscuros rincones de Edacval comprendiendo que para vengarse de los caballitos, él mismo debe transformarse en ser inmortal, ubicuo, omnisciente.
Es entonces cuando, en un episodio muy especial para Baños, estando en una taberna, escucha sonar en la rocola:
El Yuyo y la Caléndula, y el Río Espurma.El resto de su vida aún en curso está marcada por su constante intento por vengarse de los caballitos de mar; los analistas poco avispados -como Stragagmesani- insisten en atribuir estas acciones al mero capricho de Pichito, al aburrimiento en las tardes de mociembre impregnadas del áspero olor tilopideidal, o del consumo indiscriminado de mentolina.
El reley del cobayo atestigua otra verdad, muchísimo más creíble.