El Pozo sin Fondo tiene una réplica conocida como la Montaña sin Cima.
Su origen data de hace varias docenas de años, al comienzo de la Guerra de los Churrinches, conflicto silplavino que enfrentó a Pluplanca con el vecino país de Alefragancia. Al notar los pluplanqueños que la Chinfulesa arrojaba cada vez más residuos de sus malolientes costas hacia sus agraciadas tierras, comenzaron a construir una fosa con el fin de depositar los desechos. Posteriores investigaciones sobre el Pozo sin Fondo demostraron que la verdadera intención de los habitantes de Pluplanca era enterrar a la Chinfulesa.
La construcción del Pozo fue llevada a cabo dificultosamente por Ernestino el Pequeño, que nadie sabe qué hacia por esas tierras pero fue el único que se dignó a colaborar. Comenzó por cercar con su tanza violeta una porción del terreno, y luego, cuidadosamente, trazó un círculo con su compás gigante para darle al agujero la forma adecuada. Al cabo de siete años y medio la excavación se aproximaba al tamaño de las caderas de la Chinfulesa.
El esfuerzo de Ernestino, con su humilde palita de playa, no valió la pena puesto que La Chinfulesa ganó la guerra cuando los oxorientales descubrieron que el único soldado de Alefragancia era el extravagante Payaso Pichito con su bayoneta espirogástica y los pluplanqueños nunca la pudieron enterrar.
Desde ese entonces la población de Edacval descubrió que el Pozo podía ser utilizado para diversos fines, indiscutiblemente alejados del original.
En los tiempos de posguerra, Pichito se empeñó en depositar sus objetos personales en la profunda excavación, y aseguró que pronto se convertiría en su sótano. Así fue como el insensato payaso perdió una a una sus pertenencias dejándolas caer en el agujero sin fin.
Otra importante utilidad fue descubierta por el agente infeccioso Pedrito, miembro de la organización encargada de asegurar que los edacvalinos enfermen periódicamente.
Tirarse al Pozo Sin Fondo de Pluplanca comenzó a ser uno de los métodos más utilizados por los edacvalinos testimoniados por la limulónea X para simular la muerte.
La muerte de la poetisa Bí Á, famosa por sus inspiraciones mentolináceas, es una de las más recordadas en la historia del legendario pozo por haber intentado dar tres volteretas en el aire antes de arrojarse, estrellándose brutalmente contra el piso, y obteniendo un imprevisto e interesante simulacro de muerte.
El fin de la utilización del Pozo Letal tuvo lugar una tarde soleada de mociembre en que un herpnitaco muy gordo y limuloneidado quiso arrojarse para simular la muerte y quedó atorado allí por el resto de los días.