El osado Payaso, descansado y dispuesto, a afrontar enemigos despertó esa mañana, cuando el calvo sol quiso reflejar en su lágrima los magnánimos rayos que alumbraban a Edacval. Perpetró una sonrisa el egregio Payaso estropeada y siniestra en mitad de su cara. ¡Que Pichito bendiga al afable Payaso! ¡Se bendiga a sí mismo el Señor Poderoso! ¡Su misión se encomiende a la Cándula Magna! Levantóse Pichito de su humilde morada Y ante el húmedo espejo pronunció unas palabras -pues recién se bañaba?: ``En mis dones confía, mucha gente de Edacval desde aquella batalla en que a Blimviz los ojos arranqué con mis manos y a un horrible micoso desprendí de su almohada'' Sus palabras no erraba el muy noble Payaso, pues no había en Edacval ningún ser que negara su vigor, su entereza; su energía sobraba. Decidióse Pichito a comprar aquel globo Y con no poco esfuerzo consiguió inflar su espada. Adversario terrible en las calles heladas lo aguardaba aquel día en que a Él se enfrentaba. No tardó en tropezar -con su traje de guerra- con Corchito el Pequeño su feroz enemigo. Largas horas lucharon y ninguno caía -el temblor no aflojaba sus humildes patitas- y Patitas lloraba y comimos paella y el sudor de Pichito resbalaba en su cara. Pero quiso el destino, el Señor Poderoso Que Corchito mordiera la ridícula espada. No tardó en elevarse por el aire impulsado; con el globo llegó hasta Altunia dorada Y Pichito orgulloso afirmó que su aliento, que una fuerte patada, que el favor de los dioses, a su peor adversario al final derrotaban.