Medición del Tiempo

La medición del tiempo es un problema que no se sabe bien cuándo, ni por cuánto tiempo, comenzó a ser preocupación cotidiana de los edacvalinos.

Primeras referencias

Las primeras referencias al problema de la mensura temporum figuran en el diario íntimo de Pernámbuco el saboreador de sopa, quien escribe: "querido diario, si bien asiento (pero no de sentarse, ni de asentir) en esta línea que escribo esta línea hoy, no puedo asentar en ella que hoy es hoy es hoy es hoy".

Filósofos posteriores, comentaristas y lectores del diario íntimo de Pernámbuco (muy a su pesar), comprendieron cuál era el inconveniente planteado por el Saboreador, y decidieron ponerle fin dando lugar a alguna solución.

Unidades naturales de medición del tiempo

Para desgracia de los agricultores edacvalinos, y regocijo de los matemáticos del Otro Continente, Edacval se desplaza en el espacio de acuerdo al extraño fenómeno denominado trirrotación, según el cual efectúa una rotación completa, y luego da una vueltita para el otro lado, pega un salto, aplaude, y mueve sus bracitos de planeta al compás de la música de las esferas. Esto ocasiona que el concepto de "día" en Edacval no esté para nada claramente definido, pues la coreografía llevada a cabo por el planeta produce intervalos difícilmente predecibles y completamente irregulares de luz, oscuridad, calor, frío, frutilla y granizado.

La ausencia de una noción natural de intervalo temporal, hizo que los edacvalinos se las hayan tenido que rebuscar.

Unidades artificiales de medición del tiempo

La propuesta de Pernámbuco

El primero en proponer una forma de medir el tiempo fue el mismo Pernámbuco, quien dispuso que la medida de tiempo oficial de Pluplanca Oxoriental serían los metros cuadrados. Sus vecinos le dijeron que estaba completamente loco, desquiciado y falto de razón, porque él no era nadie y no tenía autoridad para determinar cuál sería la medida de tiempo oficial. Sin embargo, adoptaron los metros cuadrados.

Unas hectáreas más tarde, Pernámbuco huyó junto con el famélico micosín verdoso a Una Cabeza de Vaca, donde murió de un severo caso de limulónea, y los oxorientales abandonaron los metros cuadrados como unidad de medida de tiempo para adoptar otras más sensatas.

La propuesta de Miznur

La primera idea en ser adoptada estuvo inspirada en una idea del herpnitacólogo Miznurbaláng Acloclaclat: esta forma de medir el tiempo consistía en contar la cantidad de cadáveres que pasaban flotando por la ribera del Espurma. Este sistema no prosperó, pues la cantidad de cadáveres era escasa, y porque el Río Espurma no atraviesa el territorio de Pluplanca Oxoriental.

La Torre del Tiempo

Finalmente los oxorientales concluyeron que la mejor forma de medir el tiempo era mediante la construcción de la célebre Torre del Tiempo, ubicada en la frontera con Alebrijentz, donde los vientos alcanzan velocidades asombrosas. La Torre del Tiempo es una torre en cuyo tope hay dispositivo basado en una veleta y un complejo mecanismo de engranajes que básicamente no hace nada. Los turistas van a visitar la torre, se sacan fotos, se llevan remeras y recuerdos. Con las ganancias obtenidas, los oxorientales se compran relojes digitales.

Otros sistemas

Fuera de oxoriente, hay otras interesantes ideas. Guiado por la idea de contar, e intentando postular un método para el Chinfulado Ascéptico de Alefragancia, el Payaso Pichito propuso como sistema contar la cantidad de mentiras que dijera la Chinfulesa. El problema en este caso, era que la Chinfulesa mentía demasiadas veces como para poder contarlas.

Por su parte, los rinconistas, devotos del Agua Mayor, propusieron contar el tiempo de acuerdo a la cantidad de gotas de lluvia. Sin embargo, la prolongada sequía del Noveno Continente hizo que este sistema fuera inservible en la práctica.

Un poco menos pragmático aún, el profeta pastoísta Íteles Óteles propuso contar el tiempo en pétalos de caléndula. Nadie ha comprendido aún cómo llevar esta técnica a la práctica, aun leyendo las explicaciones en los voluminosos manuales de Íteles Óteles.

Ernestino el Pequeño, tras rodear el territorio alebrijentze con su tanza violeta, construyó una clepsidra de pus. La clepsidra de pus es similar en su funcionamiento a un reloj de arena, con la diferencia de que en vez de granos de arena, hay granos de pus, y puntos negros.

Probablemente el método más difundido es el llamado reloj de mentolina, que consiste en tomarse unos tecitos de esta hierba, y ahí ya no te importan el tiempo ni nada.

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