Dado que el sol vivía allí, este país era muy muy luminoso, cual una esfera de luz. Los lugareños eran casi todos ciegos y estaban todo el año tostados. Tostados es una manera de decir; siendo más rigurosos debiéramos decir que presentaban quemaduras de tercer grado. En esa época, no existía todavía la mentolina, y los edacvalinos que querían gozar de poderosas alucinaciones se daban una vueltita para insolarse en Chumbaboose. De menos está decir que sus cálidas costas hubieran sido visitadas por hordas de turistas, si no fuera porque Chumbaboose no tenía acceso al mar y carecía de costas.
Sin embargo, hacia los Tiempos en que Ernestino andaba en pañales comenzó a correrse la voz de que unos personajes vestidos de negro habían venido a instaurar las tinieblas a Chumbaboose. Esto causó sentimientos tan encontrados como los que es capaz de generar una Terminal de Ómnibus. Los pastoístas más fervientes consideraban que el calor y la perpetua luminosidad eran características que definían la Chumaboosidad, que pretender desvirtuar tales características era un insulto a la Caléndula y al Yuyo. Los hilaristas del rincón proponían que todo cambio es bueno, sobre todo cuando es redituable, y sabían por el desciframiento de las caracolas de arena que en Chumbaboose yacían las enormes riquezas en chámisa del antiguo imperio de los titlalctlatltas, que la quemante presencia del astro había impedido extraer.
Los personajes de negro eran conocidos como los Constructores de tinieblas. Iban hacia las fronteras de Chumbaboose llevando camiones cargados de ladrillos de sombra, que oscurecían el sitio donde eran ubicados. Los ladrillos de sombra habían sido inventados por el Payaso Pichito en un arranque de inspiración, y hasta entonces sólo habían sido utilizados para amenguar los calurosos atardeceres mociembrales.
Si bien era sabido que a los hilaristas del rincón les interesaba el ensombreciemiento de Chumbaboose, nadie sabía realmente de dónde habían salido los Constructores de Tinieblas, ni cuáles eran sus propósitos. Unos creían que los habitantes mismos del país los habían solicitado para ahuyentar los mosquitos que, se sabe, habitan los lugares calurosos. El adelantado Íteles Óteles observaba que ahuyentaba mosquitos, sí, pero que el estado de Chumbaboose se estaba convirtiendo en un nido de ratas, lechuzas y murciélagos.
Otros, Ricardulario Stragagmesani entre ellos, suponían que la cuestión era inversa: algún malintencionado había mandado construir la negrura. Cuando la obra se concluyó, Chumbaboose se había transformado en una mancha oscura sobre el mapa. Los países vecinos comenzaron a llamarla la Noche, hecho cuya principal consecuencia fue que en lo sucesivo los edacvalinos confundiesen las elementales nociones de tiempo y espacio.
No faltó pensador que quisiera postular que el tiempo y el espacio eran meras construcciones sociales, hechos que se desprendían del análisis que los edacvalinos hacían del mundo y no del mundo mismo.