Monstruo defectuoso que habita en Edacval desde los Tiempos Oscuros y Pedregosos y se caracteriza por no poseer brazos ni cuello y por arrugar continuamente la frente para mostrar enfado.
A lo largo de la historia del planeta edacvalino pueden distinguirse tres etapas en la evolución de los cariabones.
La etapa de creación fue obra y gracia de Pichito. Una tarde calurosa de mociembre, el Payaso se encontraba en Altunia (satélite natural de Edacval) fermentando una espejuela en su laboratorio y notó que de las burbujas de colores surgía una monstruosidad horrible a la que llamó Espejuito. Pichito dijo: ``Creced y multiplicaos'', pero no tardó en darse cuenta que su creación estaba fuera de control; los cariabones no dejaban de reproducirse hasta colmar las fronteras del satélite y comenzaban a planear la invasión de Edacval. Fue en esos días cuando toda la especie cariabonística se tomó fuertemente de la mano y se largó hasta el Envidiable Planeta.
La tercera etapa comenzó cuando los edavalinos empezaron a darse cuenta que ser amigos de los cariabones no era nada provechoso. Al tener escasamente desarrollados sus sentidos, los enormes monstruos se paseaban por el planeta con sus fabulosos autos, arrollando todo lo que no llegaban a distinguir. El sentido de la vista de esta extraña especie fue algo arduamente estudiado por los científicos de la época, que llegaron a descubrir que los únicos colores que distinguían eran el azul, el verde y el violeta, y veían transparente todo lo que no se encontraba dentro de esos tonos.
El hecho que marcó para siempre el odio de la población edacvalina a estos legendarios monstruos fue la muerte de Miznurbaláng Acloclaclat, que se vio arrollado por un cariabón al ir vestido con su nueva ropa negra.
A partir de ese día, los cariabones fruncieron su ceño y nunca volvieron a sonreír. Esto provocó una modificación genética de la especie, puesto que de ahí en más nacieron con la frente arrugada y mostrando enfado.
Pueden distinguirse varios modelos de cariabones. Del 0 al 998, los cariabones son de buena suerte y conviene conservarlos pese a sus absurdas proporciones. Del 1000 al 1568 los cariabones no existen, o son pequeñas semillas que pueden ser plantadas cómodamente en el jardín, mientras que los cariabones capicúa suelen tener importantes dotes para el arte. Los cariabonistas hablan de una supuesta inclinación a las actividades intelectuales en los cariabones pares y una notable tendencia a los deportes de los cariabones primos. Del 1569 en adelante los cariabones no presentan ninguna particularidad, pero Íteles Óteles (experto en numerología) demostró en uno de sus estudios que la cifra 3617 marcaba al cariabón de la muerte.
Los cariabones se alimentan únicamente de bizcochitos de fanichóresa, por lo que desde su llegada al Envidiable Planeta trabaron una fuerte amistad con la Chinfulesa, incluso después de haber sido declarados sujetos no gratos en territorio edacvalino.
Esta memorable y monstruoso género se comunica mediante movimientos temblorosos del estómago, puesto que no poseen un lenguaje ni manos para hacer señas.
Una de las mayores peculiaridades de la especie es el proceso de derretimiento que sufren al dormir. La Chinfulesa fue la primera en comprobar que en sus horas de sueño, los cariabones se convierten en una masa acuosa y pegajosa que sirve de refresco para acompañar los bizcochitos.