Cantar de la madre Iau

El cantar de la madre Iau (fragmento)

Egdis Iau valis

Cantar panteísta de tradición oral y anal que narra los orígenes del tiempo, recopilado por el poeta amateur Na Vaugplac. Traducido al castellano por Palbo.

Invocación a la madre Iau

 Contanos, oh, mamá,
 qué pasó al principio.
 ¿Qué pasó al principio,
 cuando no existían
 los relojes?

 Contanos, oh, mamá,  madre del Tiempo Iau,  que estuviste  cuando nadie estaba.  Madre que no estás  pero no has muerto.

Canto I - Nacimiento del Tiempo

 Cuando no conocíanse relojes
 y el Tiempo se gestaba en tu matriz
 fingiste ser del mundo emperatriz
 aunque mundo en el mundo aún no había.

 ¿Cuántos meses pasó en tu vientre el Tiempo?  Fingiste que su paso controlabas  aunque éste todavía no pasaba  ni había ``todavía'' todavía.

 ¿Cuándo nació tu hijo, el siempre Errante?  Fingís que festejás su cumpleaños  aunque cuando nació le era aún extraño  al mundo el fiel registro de los días.

 Cuando por fin nació te arrepentiste,  la vida previa al Tiempo se esfumó  y a tu pesar tu rostro se arrugó  a medida que tu hijo transcurría.

 No habiendo el Tiempo, madre, eras el mundo  un solo instante y una cosa sola;  cual siameses o sierpe de dos colas,  no habiéndolo es el todo inseparable.

 ¿Cómo has de distinguir, madre, las cosas,  si no hay interacción ni movimiento?  ¿Cómo has de asegurar que existe el viento  sin la acción del Errante entre las hojas?

 Cuando no había el Tiempo, éramos uno:  éramos Iau, la madre. Y era el mundo  el Todo, la Unidad, hasta el segundo  en que el Tiempo marcó las diferencias.

 Estabas cuando nadie más estaba,  y ahora no estás más, pero no has muerto.  Cualquiera que de un ojo no está tuerto  comprende que la madre somos todos.

Canto II - Nacimiento de Iau, sus hijos y sus nietos

 Pudiste ser, madre del Tiempo Iau,
 sólo una vez que hubo nacido el Tiempo,
 ya que no es concebible la existencia
 mientras no fluyen líquidas las aguas.

 De la Nada intangible y el Vacío,  naciste madre Iau. Y de tu vientre,  luego del viejo Errante,  nacieron Océano, el Perfumado,  que baña las costas del Nono Continente;  Coqkceni, la de mejillas de berenjena;  y la preclara Altunia,  de penumbra hexagonal,  cada una de cuyas seis puntas  es abanicada por diez mil esclavos pluplanqueses en cuero.

 Del Océano Perfumado y la preclara Altunia,  nacieron los cinco puntos cardinales;  el Espurma, de correntosas aguas,  surcado por las primeras naves;  los ermitelios, semejantes a papeles;  la tanza violeta,  de infinita extensión,  con la cual se dice que sería posible  rodear las caderas de la Chinfulesa,  la del pelo de virulana.

 De Océano, el Perfumado, y Coqkceni,  la de mejillas de berenjena,  nacieron los vientos;  los micosines,  de verdosa complexión;  Pedrito, el de chuecas rodillas,  agente de Pandora Edacvational  que reparte los testimonios de limulónea;  los herpnitacos,  perpetuos moradores de los retretes;  los dontotos y los bompopos,  que pueblan los rincones menos esperados  de Toribio del Fondo.

 Del Tiempo y Altunia, de penumbra hexagonal,  nacieron el Yuyo,  que flota majestuoso en las aguas del  Espurma, de correntosas aguas;  los pejerreyes de tierra,  cuyo dorado excremento  cubre las planicies Alebrijezas;  el Agua Mayor,  formada por la tríada de  las Aguas Tónica, Tercera y de la Quinta.

 Del Tiempo Errante y Coqkceni,  la de mejillas de berenjena;  nacieron los cariabones,  de arrugada frente y violenta naturaleza;  la Caléndula Magna,  cuyas raíces destruyen edificaciones enteras;  Mentolina,  graciosa divinidad  que toma la forma de una planta  y a su vez  los mentolinodependientes toman en tecitos.

Canto III - Gesta de Elavcado

 La de apotemas finas [1], al dorado
 contraluz mociembral de cierto ocaso,
 reflejóse en el Perfumado, craso
 mar, ante el ingenioso Adelantado.

 Éste a su vez de iluminarse hubo  (aunque sólo en sentido figurado)  inventando el espejo, al, inspirado,  tener la idea de pulir un cubo.

 Descubrió que su invento era lo inverso  cuando el Vacío se miró al espejo  y en el liso cristal se vio el reflejo  de todo cuanto mora el Universo.

 No queriendo ser menos que el primero,  el Payaso Pichito, que es celoso,  cavó por cada elevación un pozo,  por cada manantial un sumidero.

 Replicó en sus opuestos, sendos entes;  cada sonrisa en una triste mueca,  cada pierna derecha en una chueca,  cada ojo sano en otro igual con lentes.

 El bufón invirtió lagos y campos,  y hundió en el linde un insondable abismo  del que inversiones toscas de sí mismos  fueron los centinelas: Nauratrampos.

 Dotó a las réplicas de insignias blancas,  bandera del monarca de Elavcado:  la copia de Pichito, el ayunado,  quien ostenta en su rostro gruesas ancas.

Notas

\verb#[1]# La de apotemas finas: Altunia, hexagonal.

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