Limaduras - valga el neologismo

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Índice

Cartas de Okutorrinche: Lesia / Cartas de Okutorrinche: Perdido / Muerte propia / Muertes ajenas / Vida / Prescriptivismo vs. vulgarismo en el lenguaje / Escrúpulos, el topo / Jimena y la perdiz caníbal / ¿Qué es el Espiral?

Cartas de Okutorrinche: Lesia.

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La primera vez que la probé fue en la Mansión de Roque, que me había invitado a comer. Las anchoas estaban muy ricas; la miel, dulcísima. Después del helado, Roque tuvo que salir (quién sabe adónde, nadie conoce de qué trabaja) y opté por quedarme en la mansión.

El oso me advirtió especialmente que no tomase agua sino de la primera canilla -las canillas son tres- y dije que estaba bien, que no iba a tocar las otras dos, de modo que podía quedarse tranquilo. Mi intención no fue mentir.

Pero, claro, al rato la curiosidad me carcomía; fui a la cocina, agarré un vaso alto, de vidrio, y lo llené abriendo la segunda canilla. Salió un jugo espumoso y ambarino, de intenso olor amoniacal, que no me atreví a beber. Lo vacié en la pileta, lo enjuagué bien y esta vez probé con la tercera canilla. Despacio se llenó el recipiente con un brebaje tibio, rosado, denso, que olía a chicle de uva. Cerré la canilla y lo acerqué a mis labios.

Es difícil narrar todas las percepciones. Primero el mundo se transformó en profundo aroma a cetona. Las paredes se curvaron arriba y abajo, una burbuja iridiscente me acarició la espalda, siete hormigas sonaron como una armónica descosida, un elefante (que era yo) bailaba abanicándose con queso, ira de pañal, súbita monotonía, oscuridad temblequeante, mi mente cayó como en una montaña rusa y más queso, fuego que me quemó los pies y se derritieron, me fui por la rejilla pero me agarré de un humo, euforia acanalada, galletitas metálicamente asesinadas a quemarropa, lúgubre penumbra, tinieblas frías.

Desperté en la cama de Roque con Pablo -el hijo- al lado. Me dolían la cabeza y los ojos.

-¿Todo bien? -dijo Pablo.

-Sí, sí -respondí; y le comenté que había tomado de la tercera canilla.

-Me imaginé. No deberías haber tomado eso. Es lesia.

Y me explicó muy poco. Todavía hoy no sé muy bien qué es la lesia; de qué la hacen, quiero decir. De alguna manera pude conseguir que el osito me dijera que Ricardo (el de corbata) vendía lesia.

Esa tarde volví a mi casa ciertamente cansado pero con una idea fija: comprar lesia.

El martes a la mañana me crucé con Ricardo y le chiflé. Pregunté cómo era eso de la lesia. Cuánto costaba, Entre diez y veintidós piezos el litro, depende de la calidad, por quince tenés una buena, Cómo venía, En latas de un litro, líquido listo para tomar con un poco de azúcar, Cuánto se solía consumir, Y, depende, se empieza con menos de un cuarto, y después se ve, puede causar diarrea si se toma mucho, algunos lesiómanos toman hasta tres litros por día.

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Cartas de Okutorrinche: Perdido

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Roque nos invitó a comer miel con pescado. En un momento, él y mi papá se pusieron a hablar de cosas muy aburridas, así que decidí explorar la mansión. Cuando Pamela me vio levantarme, me advirtió que tuviera cuidado, pues la finitud de la mansión no estaba demostrada. No todavía. Le dije que no se preocupara, que sólo iba a ver las canillas, pero que no iba a tomar -sin embargo mis intenciones estaban lejos de esa idea.

Lo primero que vi al salir por la puerta oeste fueron las tres canillas en el techo. En esa habitación había dos escaleras, una que ascendía y otra que -oculta por una trampa que no tardé en abrir- descendía.

Decidí bajar y -de inmediato- reconocí a las canillas otra vez, pero ahora en el piso. No comprendí la geografía de la mansión; tal vez hube debido hacerle caso a Pamela. A lo lejos, oí una insistente voz que repetía "Nenuco, Nenuco, Nenuco, ..." e imaginé que Nenuco había llegado a comer. Entonces quise volver para saludarlo y, especialmente, mostrarle mi nueva canción, que dice:

Plin flon, yáqueti flon,
répeti ton, muli bringón,
axidente, remanente,
serra serre serri frente,
serra serri serre monta,
tirre tarro roxaflonta.
Lin lon, ráqueti flon,
muli bringón, aximalón.
Analizando papeles con ron,
escarbadientes de queso y jamón,
lavando manos con agua y jabón,
enarenando con yáqueti flon.

La pena es que no había traído el papanuelófono -aunque, como bien advierte Pamela, el papanuelófono no cabe en el patotrayo y sólo se puede transportar en unas máquinas especiales que fabrican las marionetas.

Quise volver, pero al subir por la escalerita me encontré con otra habitación, y siete puertas: la primera decía "abrir para ver lo que no hay adentro", la segunda "abrir para ver lo que no hay adentro" y así hasta la séptima, que decía "abrir para ver lo que hay adentro".

Como yo quería ver lo que había, abrí la séptima puerta, pero vi todo negro. No es que no hubiera nada, ni que fuera La Nada... solamente estaba oscuro. Entonces entré y tanteé para ver si encontraba una llave para prender la luz. Me topé con una palanca como la del papanuelófono en la bemol sostenido, y la empujé hasta la posición de sol sostenido bemol. Pero en lugar de hacer algún sonido, esto prendió una luz. No era una luz como las de mi casa, o la del sol; no. Era una luz de color violeta y rojizo o índigo.

Entonces lo vi. Nenuco estaba arrinconado en una esquina de la habitación. Se sostenía las rodillas contra el pecho, como defendiéndose de algo. Estaba pálido como nunca antes. Unas gotas le corrían por la sien. Pensé "deben estar jugando a la escondida, y Nenuco se escondió acá; y las gotas deben ser porque le tiraron un vaso de agua en la cara".

Nenuco no pareció advertir mi presencia. Repetía en voz bajita "Nenuco, Nenuco, Nenuco, ...". Me pregunté para qué repetiría tanto su nombre, y yo mismo quise probar qué se sentía. Dije "Okuto, Okuto, Okutorrinche, ..." hasta que ya no tuvo sentido. Pero igual me cansé rápido. También se escuchaba la voz de Roque que en voz más alta insistía "Nenuco, Nenuco, Nenuco, ...". Definitivamente debían estar jugando a la escondida.

Así que preferí no interferir y salí de esa habitación. Aunque ahora que me acuerdo, creo que dejé la luz prendida. Espero que Roque no se dé cuenta porque, aunque él es millonario, la mansión es tan gigante que alguna luz prendida de más puede aumentar descomunalmente su cuenta de energía. Roque siempre repite que dejemos todo como estaba porque si no puede haber cambios extrañísimos en la pieza. No sé si fue la luz prendida o no, pero Mississippi se hizo dos, y ayer estaba en mi casa mirando la tele y también estaba en la escuela al mismo tiempo pero también estaba en el cine.

Pero bueno: salí y cerré la séptima puerta y vi las otras puertas. Entonces abrí la sexta que también decía "abrir para ver lo que no hay adentro" y la abrí y vi algo que estaba afuera, o sea yo. Y me quedé un rato mirándome en la puerta abierta hasta que sentí algo húmedo y caliente en la mano. Me di cuenta de que el líquido provenía del techo y, al mirar hacia arriba, descubrí un agujero con un ojo que miraba.

Me pregunté qué sería el líquido en mi mano y recordé que Pamela siempre dice que aunque el conocimiento empírico es sintético a posteriori y no nos podemos fiar de él, para la vida cotidiana a veces sirven los sentidos del gusto y del olfato. Olfateé el líquido y sentí un intenso aroma a pie. El perfume me evocó una mañana en la que desperté y descubrí que Mississippi me había puesto el pie en la nariz, acaso para asfixiarme.

Cuidadosamente lamí la pasta y me sentí raro, como aquella vez que tomé de la tercera canilla. Volví a mirar para arriba y le pregunté al ojo por qué me estaba mirando y cómo podía llegar hasta donde él estaba. No obtuve respuesta.

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Muerte propia

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Y la verdad es que es así, morí.

Pero no te asustes, repito, por eso aclaraba que este no es un mensaje oscuro.

En vida, la única razón por la cual pude desear morir fue para ver si había o no algo después (como tanto dicen).

Y sí, sí hay algo.

¿Cómo morí? Te cuento; estaba jugando a "verdad o consecuencia" con Aldous Huxley, mi prima de tres meses y un caballo. (No sabés cuán sorprendentes las confesiones del equino).

Y como no tenía ganas de andar contando mi vida privada -especialmente a Huxley- elegí "consecuencia".

Como prenda me dieron a ingerir nueve eslabones de cadena de bicicleta. Y me comí los nueve, con un poco de mayonesa. Pero -qué desgracia- la mayonesa estaba vencida y, acto seguido, crepé. (Papel crepé).

Bueno, morir no es tan emocionante como promocionan Sueiro y cía. Sí es verdad que ves toda tu vida en imágenes como una película, pero lo del túnel con la luz al final, al menos a mí, no me pasó.

Lo importante es qué pasa cuando la película termina. Primero, toda la vida consideré que yo, "mi yo", mi esencia, mi conciencia, etc., estaba justo detrás de mis ojos. Al morir me di cuenta de que eso es muy oculocéntrico (valga la cacofonía), y que en realidad "mi yo" estaba en el meñique del pie derecho.

Segundo, "mi yo" se empezó a alejar, hasta salir de mi cuerpo. Pero no se alejó en el tiempo ni el espacio, sino en una quinta dimensión que los vivos difícilmente puedan intuir.

"Mi yo" se siguió distanciando hasta que llegué a una especie de esfera llena de tubos retorcidos luminosos que se agrandaban y achicaban, burbujas como de jabón de un color -no me gusta el adjetivo- indescriptible, una "eterna orquesta de mosquitos condenados a afinar" (obra de Huxley, indudablemente), olor a azafrán tomando un refresco de limón, finito, finito, finito y la lengua contra el paladar.

Entonces me derretí como queso, fui un elefante de invierno y nací muchas veces hasta que aparecí en una especie de sala de espera de un lugar público.

Un secretario me habló en un castellano correcto pero austero, con un fuerte acento hindú. Me dijo que estaba muerto (que yo estaba muerto, no él) y que tenía que llenar algunos formularios, sacar número (que por alguna extraña razón estaba en base seis), tramitar el sellado, hacer una cola, tres fotos carnet, ...evidentemente ya los humanos se habían apoderado del Otro Mundo.

Uf... el trámite duró como hasta ayer a la noche.

Ahora me retiraron definitivamente el cuerpo de humano. Pasé a ser un (no sé bien cómo se escribe) "lémax", con cuerpo de lémax y todo.

Suponéte que fueras un peón de ajedrez... y un día empezaras a ser humana. Bueno, digamos que peón es a humano como humano es a lémax. Ahora el universo de ustedes los vivos es tan simple como un tablero de ocho por ocho. Nuestro universo, el de los muertos, al que vi escrito como "awY" presenta unas posibilidades tan intensas, diversas, complicadas...

Además tengo libertades que antes no imaginaba, y una comprensión del mundo extrañísima.

Lo que para ustedes es verdadero, acá es evidente. (Pensá en la aritmética, en las leyes que rigen el mundo, en todas las verdades fácticas).

Lo que allá es metafísica, en awY es matemáticamente tratable. Por ejemplo, la religión, la estructura del pensamiento, el arte.

Y, claro, también hay temas metafísicos e inciertos acá; pero éstos escapan al entendimiento de los vivos (por ejemplo el (si escribo bien) "rotato de comeco").

Soy la próxima hormiga que veas.

"Cuando tenga 15 voy a ser un aburrido y no voy a hablar más de los muñecos..." (Pablo a los 12; hoy, mientras escribo, tengo 20 y advierto con un poco de horror que no he cambiado nada...)

Las clasificaciones las hacen los hombres tontos. Y hay (a) hombres inteligentes y (b) hombres tontos.

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Muertes ajenas

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El once de septiembre de 2001 murieron (bueno, al menos eso es lo que dice Estados Unidos) cerca de dos mil personas por el atentado de las gemelas. Cayeron dos edificios y un país entero organizó una guerra millonaria contra la supuesta causa: el terrorismo. (Ojo, no digo que esa no sea la causa real). Pero...

Todavía no tomaron conciencia de que, diariamente, hay miles de muertes ocasionadas por razones mucho más cotidianas que el terrorismo, pero que siguen existiendo y nos afectan a todos, en mayor o menor medida pero a todos.

No hablo de las "catástrofes naturales". Ésos son problemas que afectan a los humanos pero que estamos lejos de poder "solucionar". (En realidad a la naturaleza, al universo, no debe joderle en absoluto un tsunami en un lapso de tiempo tan breve; de modo que ¿solucionar qué?).

Hablo de que todos los meses, el doble de gente que en los atentados muere por cáncer de mamas. ¡Imagináte soportar el revuelo de los atentados dos veces por mes!

Hablo de que todos los días, caen más de tres torres gemelas por accidentes de tránsito. Todos los días, caen ocho torres gemelas por el SIDA. Todos los días, caen veinticuatro torres gemelas por una de las causas si se quiere más simples: el hambre. Todos los días, caen veintiocho torres gemelas llenas de chicos, muertes evitables.

Esto corresponde diariamente a treinta veces las muertes ocasionadas por el atentado del once de septiembre.

Me parece que sería mucho mejor invertir en comida para las veinticuatro mil personas que mueren cada día, personas reales, en lugar de sustentar un modelo que se encarga de acabar primero con sus enemigos potenciales, virtuales, ficticios.

Todavía los recursos no escasean; es cuestión de distribuirlos. El problema no está lejos, está a la vuelta, en la esquina.

Además, hoy también soy un delfín.

Los delfines nunca entendimos por qué los humanos usan el metal para fabricar armas en lugar de herramientas con fines más útiles.

Los delfines nunca entendimos por qué, cuando los humanos discuten, confunden las ideas y las identifican con ellos mismos. Siempre terminan peleándose.

Los delfines nunca entendimos por qué cuando los humanos aman creen que sólo es posible amar a una persona a la vez.

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Vida

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La vida es maravillosa. Es impresionante. Es, no sé adjetivar, rara.

Dejá unas baldosas unas semanas y enseguida empieza a llenarse de pedacitos verdes a su vez llenos de vida.

No sería nada fácil acabar con toda la vida del planeta. No pretendo ser un un científico loco que quiere conquistar el mundo exterminando todas las formas de vida. Sólo advierto cómo siguen creciendo retoños de unos arbustos que sacamos hace más de cinco años. Cómo las semillas quedaron ahí, llenas de vida. Me sorprenden las arañas y sus telas, que todos los días aparecen en los rincones más y menos esperados. Me da pena matarlas. Sólo lo hago cuando es imprescindible, e incluso entonces me pregunto si es imprescindible.

Y sin embargo, soy un asesino de mosquitos, un genocida de cucarachas. Y las Hormigas de Plaza de Mayo me buscan por mi pasado como torturador. Quizá sea sensiblero, pero a veces me remuerde.

No me remuerde por sus hijitos; Susanita no soy, ni tampoco anuncio el matapolillas de Les Luthiers. Sé que a nivel individual le es al universo indistinto. Sé que humano más o humano menos no es relevante.

Lo que me remuerde es acabar con la vida. Ver cómo un bicho que se mueve al parecer con voluntad queda inerte. Cómo un animal se cosifica, se convierte en unas moléculas, en un pedazo como de metal o piedra.

Y entonces pienso qué es lo que le confiere su calidad de vivo al animal ya muerto. Por qué entonces no es tan fácil hacer que una estatua, o unas tijeras, o un dibujo tomen vida. Qué es lo que hay ahí... ¿hay algo más?

Nah. Soy un escéptico de mierda, un materialista condenado. Pero igual no entiendo nada.

¿Cómo es una mujer pariéndose a sí misma? Quiero decir, ¿cómo se vería dicha escena?

No sé. Pero puedo pensarlo al revés. Supongamos que lo tenemos grabado en un video, y lo miramos desde el final hacia el principio.

En ese caso veríamos a una mujer que se despare. (Como la que no tiene sombra ni reflejo y muta el cosmos al marchar).

Para desparirse, seguramente primero debería desparir sus pies, sus piernas, su torso y por último su cabeza. Cuando termina de desparir su cabeza, desaparece: quedó toda ella dentro de sí misma, quedó adentro de su vientre (que está dentro de su vientre (que está dentro de su vientre (... ad infinitum))).

Entonces ahora sí podemos reproducirlo hacia adelante: veríamos que de la nada, van apareciendo las partes del cuerpo de una mujer.

Eso quiere decir que en cualquier lugar en el que no veas nada puede haber en realidad una mujer gestándose a sí misma; a lo peor, en nueve meses debería parirse.

(Nota: esto también puede servir para personas de cualquier sexo vomitándose a sí mismas, pero al menos a mí me parece menos agradable en esos términos).

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Prescriptivismo vs. vulgarismo en el lenguaje

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Creo que los lenguajes deben estudiarse descriptivamente, no prescriptivamente. Creo que a los lenguajes los hacen sus hablantes, y no las academias.

Pero esto me genera un problema. Porque odio que entidades como la Real Academia Española se den el lujo de determinar qué es y qué no es castellano (como si se pudiera...) o que haya gente que diga que "comerse las eses" es hablar mal. Un profesor mío decía que si se empezara a escribir "huevo" sin hache, sería "una barbaridad, una involución cultural" (laaargo de discutir; pero en principio ridículo).

Especialmente me molesta el patriotismo asociado al lenguaje, eso que siempre se repite: "hay que defender al lenguaje X" (¿de qué?), como si la evolución de un lenguaje le hiciera perder su calidad de tal, como si un centenar de palabras prestadas pudieran hacernos perder la identidad.

Además, me parecen perfectamente castellanas las palabras que surgen de la analogía y la regularización, y no veo por qué objetar la neologopoyesis.

Hasta acá mi problema es externo. Pero tengo un segundo problema, interno: creo que se debe escribir respetando las reglas de ortografía y la gramática usual. Creo que está mal decir "es como que", "qué calor que hace", "habían muchos", "agarrelón", "vistes", "si yo tendría", etc.

Entonces, ¿soy otro patriota academicista que piensa que hay que defender la identidad defendiendo al lenguaje? (Creo que no es eso).

¿Soy otra persona que, por falta de educación, no ha logrado entender que aspirar las eses es tan grave como decir "si yo tendría"? (No hablo en serio; obviamente no creo que sea así).

¿Hay alguna forma de justificar el punto medio en el que me ubico? ¿Estoy simplemente equivocado? ¿O es una cuestión de fe?

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Escrúpulos, el topo

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-Hola -dijo el topo.

-¿Quién soy? -respondió (¿o quizá preguntó?) la voz del otro lado.

-Eso me gustaría saber.

-Qué pena, otro día más sin averiguarlo -dijo la voz.

-¿Cómo consiguió mi teléfono?

-Es muy fácil... basta con presionar algunos números al azar.

-Yo soy Escrúpulos -dijo el topo, visiblemente molesto- ¡¿Quién es usted?!

-¿Quiere que le dé una etiqueta?

-¡Sólo dígame quién es!

-¡Si fuera tan fácil...! ¿Usted sabe quién es?

-Se lo acabo de decir... yo soy Escrúpulos.

-Entiendo; pero "Escrúpulos" no es más que una etiqueta: ¿quién es usted, además de su etiqueta?

-Ehm...

-No lo sabe, ¿verdad? Pero no se preocupe. Yo tampoco lo sé; nadie lo sabe en realidad.

-¿Para qué me llamó?

-Porque quiero saber quién soy.

-¿Y cree que yo tengo la respuesta?

-Yo no la tengo; quizás usted sí.

-Lo lamento, no lo puedo ayudar.

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Jimena y la perdiz caníbal

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Había una vez una perdiz que se llamaba Jimena con jota. Jimena vivía en una casita con mamá, papá y el abuelo Conjota.

Todas las tardes, el abuelo Conjota salía, y al anochecer volvía llevando las lombrices que encontraba por el campo. En el país de las perdices todo era tranquilo... pero había una perdiz mala.

Bueno, no es que esta perdiz fuera en realidad "mala": era caníbal. Pero Jimena no entendía que las perdices tienen costumbres distintas y que no por ser distintas son mejores o peores.

Y resulta ser que, un día, el abuelo Conjota no regresó, como si la tierra se lo hubiese tragado. Y era verdad: en efecto, Latierra, la perdiz caníbal, lo había engatusado en una trampa no menos ingeniosa que artera y se lo había lastrado en una picada como tentempié.

Mamá y papá Conjota le dijeron a Jimena que "al abuelo lo llevaron a una granja"; y Jimena entendió que su abuelo había muerto (sabía muy bien que en las granjas matan a las perdices).

Y al principio se lo aguantaba, pero la vida era muy distinta ahora: ya no la dejaban salir a quemar hormigas con lupa; ya no la llevaban a la plaza para meterle la traba al de los zancos; y lo peor: el abuelo Conjota ya no traía las ricas lombrices que juntaba en el campo: ¡estaban muertos de hambre!

Entonces, a la mamá Conjota, que siempre había sido la más brillante (por un severo problema hormonal que le provocaba fluorescencia), se le ocurrió una idea.

Desde ese entonces, Jimena aprendió a tolerar las sutiles variaciones culturales, y a adoptar de cada cual lo mejor, y fueron felices y comieron perdices.

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¿Qué es el Espiral?

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A lo largo de la historia, la Filosofía de los Muñecos se ha centrado, principalmente, en la pregunta espirálica: "¿Qué es el Espiral?".

El filósofo Piripipóstenes tuvo la interesante idea de que entre todas las oraciones posibles del lenguaje estaba la respuesta a dicha pregunta. Piripipóstenes dedicó veintitrés años, hasta su muerte, a dar respuestas diversas y variadas. Entre ellas se encuentran las llamadas "horas" que intentan responder a la pregunta diciendo: "son las doce en punto", "son las doce y un minuto", "son las doce y dos minutos", etc. Lo interesante es que Piripipóstenes prosiguió con la tarea dando respuestas para horas imposibles en relojes normales, por ejemplo "son las hache y setenta y dos minutos". Tras advertir que todavía le faltaban los segundos y las centésimas, Piripipóstenes, con la muñeca exhausta, abandonó esa clase de respuestas, rogando a la Lámpara que no se encontrara allí, y siguió con otros campos más exóticos, como frutas tropicales y animales de persia.

Filósofos posteriores (especialmente Piripipístides, discípulo de Piripipóstenes) afirmaron que el trabajo de Piripipóstenes era en vano, por los siguientes tres argumentos:

1) El argumento del cucú cansado: Las posibles oraciones en un lenguaje dado son infinitas. Esto se demuestra muy fácilmente, por ejemplo, basta con adjetivar sucesivas veces un sustantivo para obtener infinitas cadenas finitas:

"el cucú cansado"

"el cucú cansado cansado"

"el cucú cansado cansado cansado"

etc.

Con lo cual ninguna vida de muñeco (por hipótesis, mortal) alcanza para enumerarlas todas.

2) El argumento del ciego mirándose al espejo: "¿Qué pregunta no tiene respuesta?", claramente tiene respuesta, porque de existir una pregunta sin respuesta, basta con responder enunciando dicha pregunta. De no existir una pregunta sin respuesta, "¿Qué pregunta no tiene respuesta?" no tiene respuesta, con lo cual ella misma es la respuesta. De esa manera Piripipístides demuestra que hay preguntas sin respuesta (aunque su argumento se ha demostrado falaz, cf. Pamela Yusel, "Zeis und Siete").

Dado que hay preguntas sin respuesta, es posible que "¿Qué es el Espiral?" no tenga respuesta, con lo cual el extenso trabajo de Piripipóstenes es absolutamente al pedo.

Por un razonamiento análogo Piripipístides expone que puede que una pregunta tenga respuesta pero que esta no sea expresable en lenguaje alguno.

3) El argumento de las luces y las sombras: "Si se iluminara una sala con luces desde todos los ángulos", explica Piripipístides, "bastaría con un solo grano de arena para que las luces proyecten sombras por todas partes y la sala quede completamente a oscuras". Nadie ha logrado relacionar dicha introducción de Piripipístides con el argumento en sí, que dice: "Incluso habiendo enunciado todas las posibles respuestas a una pregunta, esto no nos sirve de nada, pues no sabemos cuál es la correcta".

De esta manera, los sabios quedaron aterrados. El trabajo de Piripipóstenes se olvidó, y la pregunta "¿Qué es el Espiral?" se dejó de lado por otras más importantes, como "¿Es propio de las baldosas la baldosidad?" o "¿Qué diferencia inherente hay entre la estopa, la estopa en sí misma y la esencia de la estopa?".

Sin embargo, después de la Segunda Guerra Piezal, Feskito rescató un viejo ejemplar de "Trescientas ochenta y un mil quinientas respuestas a la pregunta espirálica" de Piripipóstenes.

Feskito, gran exponente del concreticismo muñecánico, expuso en su obra "De la Estanticidad de los Estantes en una Nueva Pieza": "en Piripipóstenes hay gran cantidad de boludeces, pero podemos encontrar algunas respuestas coherentes a la pregunta espirálica".

He aquí algunas de las respuestas clásicas de Piripipóstenes, con lo clásicos comentarios de Feskito, y la interpretación moderna de Pamela Yusel:

"Lo que es el Espiral es el Espiral, y lo que no es el Espiral no es el Espiral"

Feskito: "Piripipóstenes aclara que es propio de los entes espirálicos la espiralidad y que no es propio de los entes no espirálicos la espiralidad"

Pamela: "Feskito da muchas vueltas; Piripipóstenes ya lo expresó, y muy bien"

"El Espiral no es el Espiral"

"El Espiral es todo y todo es el Espiral"

"El Espiral no puede ser percibido"

Pamela: "¿Podrá ser abstraído, como un epifenómeno de lo que sí puede ser percibido?"

"Nadie recuerda al Espiral y nadie lo puede olvidar"

Feskito: "Qué se habrá fumado Piripipóstenes"

Pamela: "Piripipóstenes revela un interesante conocimiento del funcionamiento de la psicología de los muñecos, muy sofisticado para su época"

"No hay Espirales"

Pamela: "Quizá la más desesperanzada y desconsoladora de todas las respuestas en la historia de la filosofía muñequera"

"Hay algo más allá del Espiral y no es el Espiral"

"Hay algo más allá del Espiral y es el Espiral"

"El Espiral es lo que no es el Espiral y lo que es el Espiral no es el Espiral"

"El Espiral no tiene cualidades intrínsecas; ni siquiera la cualidad de no tener cualidades intrínsecas"

Pamela: "Interesante definición que vagamente recuerda a la antigua filosofía de las marionetas"

"El Espiral está antes de todo lo que está antes del Espiral"

"Mucho antes del Espiral está el Espiral, mucho después del Espiral está el Espiral"

Feskito: "Claramente Piripipóstenes cree que hay más de un Espiral."

Pamela: "En realidad Piripipóstenes parece sugerir que el tiempo es cíclico. La única forma de que un cierto instante t0 esté antes del instante t1 y al mismo tiempo el instante t1 esté antes del instante t0 es si, al terminar, el tiempo recomienza."

"No hay nada después del Espiral"

Pamela: "Esto pareciera ser una contradicción. El Espiral es como un polo. No hay nada al norte del polo norte. Es el final del tiempo."

Pero ¿qué es en verdad el Espiral?

Algunas otras respuestas fueron dadas por otras corrientes. La actualmente más difundida y popular es la del movimiento Los Hijos del Ventilador: "El Espiral es ese moquito que se forma en los ojos cuando nos despertamos".

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