¿Nunca quisieron viajar en el tiempo? Volver a vivir instantes ya perdidos, sentir otra vez viejas emociones y sentimientos. Más allá de las máquinas del tiempo de los relatos de ciencia ficción, un método muy eficaz para estimular el recuerdo de sensaciones es oler. Las fotografías y las filmaciones sirven como documentos fieles de lo que percibimos, pero sólo los olores nos pueden hacer sentir en otro tiempo y devolvernos miedos, alegrías y tristezas que ya parecían extintos. Todo empieza con el recuerdo: decidamos a qué época de nuestras vidas queremos viajar e intentemos recordar olores que formaron parte de esos momentos. Todo sirve. Los perfumes de la gente, las comidas que degustábamos más a menudo, y cualquier objeto que pueda tener un aroma particular: ropa, libros o lugares que frecuentábamos. El ejercicio puede hacerse a la inversa: tratar de descubrir cada una de las fragancias en el ambiente o en las sustancias y cosas y reconocer la época a la cual recuerda. Por supuesto, hay olores que no se pueden describir con palabras y, con frecuencia, me veo obligado a decir incoherencias tales como ``olor a milanesa frita en desodorante'' u ``olor a 1992'' y ser tomado por loco. Pero pese a las críticas de los que no lo saben comprender, redescubrir el sentido del olfato vale la pena.
Arriba¿Por qué olemos? Como en el caso de todos los otros sentidos, los olores no existen de por sí. Los colores se forman en nuestro cerebro, a partir de la longitud de onda de la luz que llega a nuestra retina. La naturaleza nos dotó de un sistema para distinguir unos colores de otros y la luz de la oscuridad. ¿Para qué nos sirve ver? Para reconocer las formas y tamaños que nos rodean. Sin ojos sería difícil encontrarnos unos a otros y saber por dónde caminamos. Los sonidos recorren todo el camino a través del oído para llegar a nuestro cerebro. Así podemos distinguir el canto de un pájaro del rugido del mar. Análogamente, los olores son sólo la manifestación de las sustancias químicas en el ambiente. La estructura de esas sustancias permite a las células de nuestra nariz reconocer su naturaleza. Otra vez es nuestro cerebro el que se encarga de atribuirles un olor, algo arbitrariamente. ¿Para qué nos sirve oler? No sé exactamente cuál será la ventaja evolutivamente hablando. Quizá para diferenciar un alimento en buen estado de un alimento descompuesto. Además, la mayor parte de los gustos está determinada por el olor (y por eso los gustos se atenúan cuando estamos resfriados o con la nariz tapada). Sería interesante tratar de reconocer cuántos olores podemos distinguir, o cuáles son los olores fundamentales que sentimos.
ArribaPaul Auster escribió un libro llamado ``Tombuctú'' que se desarrolla desde la perspectiva de Míster Bones, un perro. El dueño se pregunta cuál es la forma en la que su perro percibe el mundo y concluye que lo hace a través del olfato (a diferencia de los humanos que lo percibimos principalmente a través de la vista). A partir de eso elabora toda una teoría. En primer lugar piensa que es lógico que los perros aprecien el mundo de esa manera: mientras los humanos tenemos sólo unos cinco millones de receptores olfativos, los perros cuentan con casi doscientos veinte millones. Además, dice, para los perros los olores son importantísimas fuentes de información. Los hombres leen el diario de la mañana para enterarse de qué pasa en el mundo. Los perros olfatean árboles y toda clase de lugares para enterarse de las actividades de la población canina del barrio. En el libro también se cuestiona el verdadero fin del perro al oler: ¿se limita a obtener información para llevar ventaja y protegerse de los demás perros o también hay placer de por medio? El dueño termina suponiendo que los perros disfrutan al oler al igual que los humanos disfrutamos al escuchar buena música.
ArribaLos olores son muy importantes en nuestra vida (o al menos en la mía). Siempre recuerdo el olor a cada persona, a cada lugar, a cada comida y año. Es algo muy especial para mí. Estuve investigando acerca del sentido del olfato y, según algunos científicos, los olores básicos son siete. Quiere decir que sólo con siete sustancias básicas pueden generarse todos los aromas que percibimos. Los olores básicos no pueden ser descriptos muy fácilmente, pero son: alcanfor (parecido al eucalipto), almizcle (algo así como olor a gato), flores, menta, éter (olor a anestesia), avinagrado y podrido. Mi idea es la siguiente: ya que con algunas sustancias básicas podrían formarse todos los olores y como los olores nos dejan un recuerdo tan especial de las cosas, sería interesante poder grabar los olores registrando las proporciones de las sustancias que lo forman y después reproducirlos para revivir los momentos especiales. Con el grabador de olores podrían enviarse recetas de perfumes por e-mail, ponérsele olor a las películas o tener ``museos'' de olores almacenados mediante sus fórmulas. Otra idea interesante sería crear olores nuevos componiendo proporciones nunca olidas o crear una especie de ``música'' o forma artística mediante los aromas.
ArribaEl olfato es un sentido en cierto modo distinto de los demás, porque no podemos elegir no tenerlo. Si deseamos no ver, podemos cerrar los ojos; si no queremos gustar, podemos no llevarnos nada a la boca; tampoco estamos obligados a palpar lo que no deseamos. El oído es algo distinto: podemos taparnos los oídos pero será difícil impedir que algún sonido se filtre. Y lo mismo ocurre con el olfato. Por otro lado, el olfato no es un sentido tan importante: mientras perder la vista o el oído puede resultar terrible, el olfato no nos resulta tan necesario. Estoy interesado en los lenguajes: con cierta cantidad de fonemas y restricciones fonológicas puede crearse un vocabulario, y dadas reglas morfológicas y sintácticas puede inventarse una nueva lengua. Ya existen lenguajes basados en los sonidos (como todos los que hablamos), en las notas musicales (como el Solresol, un lenguaje artificial) y en los gestos (como los verdaderos lenguajes que hablan los sordos en todo el mundo). Una opción que me interesa sería crear un lenguaje basado en los olores. Un primer intento podría ser mencionar cada una de las cosas haciendo oler su aroma. Pero mejor aún sería elaborar un alfabeto de olores con el que componer raíces y morfemas. Cualquiera podría aprender a hablarlo y sería incluso posible que lo entendieran personas ciegas o sordas, sin problema alguno.
ArribaLo que disfruto de los olores, entre otras cosas, es que me permiten darme cuenta de la existencia de algo. Una persona distraída podría no ver a un auto que se acerca para atropellarlo. En general, se daría cuenta a partir del ruido. Pero, si la persona es aún más distraída, sólo el olfato podría salvarla. (El notorio olor a monóxido de carbono la alertaría). Por eso el olfato me parece valioso. Y es por eso mismo que a veces me molesta que haya tantas cosas sin olor. Un ejemplo claro es el siguiente: si alguien que está por robar tuviera un olor particular, todos podrían notarlo y alejarse o alertar a la policía. Si ciertos peligros tuvieran un olor fácilmente distinguible, se los podría reconocer para hacer lo que correspondiera. Podría ponérsele olor a los estados de ánimo, para que las personas con tan poca empatía como yo pudiéramos reconocer si nuestros interlocutores están felices, acongojados o iracundos. También se le podría dar un olor particular a los conceptos abstractos. Podrían olerse la admiración, las ideas, los arrebatos o el tiempo. Podrían olerse el olfato, tu mente, la existencia; o hasta las cosas inexistentes, como un zapato afligido, un razonamiento embarazado o una falencia cayendo a un pozo.
ArribaQuizá no lo sepamos o no nos demos cuenta y los olores influyan en nuestra forma de pensar y de ser. Es posible que, como defiende la aromaterapia, el oler uno u otro aroma ejerza algún efecto sobre nuestras personas. Podrían cambiar simplemente nuestra actitud o estado de ánimo. También podrían, de cierta forma, alterar nuestra forma de apreciar la realidad. Después de todo es el olor de las feromonas el que provoca la atracción sexual, y otros podrían ser capaces de incitarnos a los más diversos comportamientos. Es más: debe haber muchas fragancias que no percibimos y sin embargo influyen en nosotros. No podemos ignorarlos; los olores son vitales en la conformación de nuestra personalidad y nuestra cultura. Por otro lado, me pregunto, ¿qué habrán olido en vida los diversos personajes de la historia? ¿Qué habrá sido lo primero que olió Confucio, por ejemplo? ¿Qué olores habrán percibido Buda, Demócrito, Leibniz o Babbage? Quizá fueron los olores mismos los que determinaron sus personalidades y sus vidas. De esta manera, podríamos imitar con exactitud cada uno de los aromas olidos por ellos haciéndoselos oler a una persona cualquiera para que sus personalidades fueran iguales a las de Buda, Demócrito o Confucio. Si fuera así, sólo se necesitaría una cierta sucesión clave de olores para formar la personalidad que se desee. Un tema interesante para investigar o, al menos, para escribir.
ArribaDecíme cómo te huele esto.